Claves para ahorrar en pareja (y no morir en el intento).
La realidad no es la misma para un padre o madre de familia, con gastos que se multiplican, que para una pareja madura pero sin hijos, o para los solteros. Mientras al primer grupo, por mejor que sea el salario, seguramente le cuesta separar una porción idéntica todos los meses para conformar el fondo de retiro, a los otros dos ordenar las cuentas –si se lo proponen– les resulta más sencillo.
Pero en el propósito está la clave. “Entre los que tienen hijos y los que no, cambia la proporción que se destina al ahorro. Si bien es cierto que se tiene más capacidad, también se suele gastar más”, describe Marcelo Elbaum, economista especializado en planificación financiera y director de Maxinver. “No tienen el peso de dejarles algo a los hijos, por lo que pueden gastarse todo su capital cuando llegan a la edad adulta. En muchos países, lo que se hace incluso es cambiar la casa por una renta vitalicia. O sea, se vende la casa a una persona y esa persona, mientras el matrimonio viva, le tiene que pagar como un alquiler y cuando se mueren se la quedan”, explica.
En la conformación del ahorro para el retiro, cada caso es particular y las recetas estandarizadas no se acomodan a todas las realidades. Son sólo un mapa para orientar el camino. Lo mismo sucede dentro de una pareja: si forman un pozo común para disfrutar en la vejez o si cada uno tiene su propia alcancía dependerá de muchos factores.
Pero la necesidad de cambiar de plan puede aparecer de repente, aunque no se la haya planificado. Sea por un divorcio o por la muerte temprana de alguno de los dos miembros. Entonces, el error más común es querer adaptarse a un estereotipo y encajar en él o, peor, postergar el tema y no tomar las riendas del retiro.
Cada caso será especial pero las siguientes referencias pueden guiar la planificación:
El primer punto es hablar del tema. No esconderlo debajo de la alfombra. Llegar a acuerdos sobre estándar de vida y gastos, estipular cuánto se puede ahorrar para el largo plazo (que no es lo mismo que ahorrar para las vacaciones), qué protección (pólizas de seguro) se va a tomar para la familia (en el caso de que haya hijos) o para la pareja, y decidir de qué manera se invertirá. La pareja es, en algún punto, una sociedad en la que ambos accionistas o socios tienen que tirar para el mismo lado, informarse y llegar a un consenso, remarcan los expertos.
En este caso, la recomendación general de los especialistas en administración de patrimonio es que cada uno arme su propio fondo y cada uno lo invierta de acuerdo a su perfil de riesgo y también a sus criterios y gustos personales. Habrá tiempo para juntar todo el capital en pos de un proyecto común. Pero, si algo no sale como se espera, el fondo de retiro será un tema menos por el cual discutir. Esto de ningún modo, debe entenderse como una manera de ocultar información a la pareja, sino más bien como una estrategia de diversificación. Mantener la comunicación (“vamos a separar 10% cada uno de nuestro sueldo”) y avanzar los dos hacia un proyecto común será clave para el éxito a futuro.
En el caso de que solo uno de los miembros trabaje, y que el otro no tenga ingresos o estos sean relativamente bajos por tratarse, por ejemplo, de un trabajo part time, el fondo para el largo plazo será solo uno pero ambos deberán estar concientizados y comprometidos para “trabajar” para ese objetivo.
“Con la mayor participación de la mujer en el ámbito de trabajo es probable que ella haya podido separar ahorros para la pensión, o que incluso ambos tengan plan de pensión otorgado por sus empleadores”, explica Ana María Weisz, directora de Wealth de Mercer. Sin embargo, el retiro de la mujer no es igual al del hombre y debe considerar varios factores:
- La mujer vive más que el hombre en general, por lo que en ese contexto, necesitará más fondos que el hombre para percibir la misma renta.
- Por alguna incomprensible razón, la edad de retiro de las mujeres ocurre antes aún en muchos países. Se retira antes quien vive más.
- Las mujeres pueden generar más “lagunas” en su vida profesional. Es frecuente que haya períodos de licencias o suspensión de actividad laboral por la crianza de los niños o por ejercer funciones de acompañante de personas que están imposibilitadas de desenvolverse solas. Esta última característica es muy importante y sorprende por sus consecuencias, explica la experta de Mercer: el 25% de las mujeres que cuidan a otros tiene problemas de salud como producto de esa tarea, y el 33% reduce su horario laboral para ocuparse de terceros. “Los planes de pensión deberían contemplar la mayor longevidad y todo el abanico de particularidades del género debería ser parte de la educación pensional de la mujer, a fin de orientarla a hacer sacrificios más importantes para obtener el ahorro necesario”, dice Weisz.
Si la pareja que formaba un solo fondo de ahorro para el retiro se divorcia, el dinero entrará en la división patrimonial igual que la casa o el auto. Pero el problema va aún más allá: ante esa situación, y en el caso de mujeres que no tienen sus propios ingresos por haberse dedicado a la familia (lo cual se da especialmente en la generaciones más grandes), cuando le llegue la edad jubilatoria el haber que va a recibir del Estado será el mínimo mientras que su ex marido tendrá un ingreso más acorde con el salario que percibía en actividad. “Si el ahorro forma parte del patrimonio por no haberse buscado un vehículo que lo proteja, podría ser susceptible de división de bienes”, aclara Weisz. “En el revés de la trama, si se llega al retiro en situación de pareja, las necesidades conjuntas podrían ser algo menores que la suma algebraica: gastos de vivienda compartidos, por ejemplo. Pero, ¿quién está en condiciones de planificar el retiro pensando que se estará en pareja para siempre hoy en día?”, plantea la ejecutiva.
Dentro del plan financiero, individual o de pareja, Leonardo Rocco, CEO de SAT Group y presidente de la Escuela Argentina de Finanzas Personales, recomienda incluir estrategias como “la estructuración de un fideicomiso de administración patrimonial, tendiente a asegurar la permanencia de los bienes a largo plazo dentro de la estrategia patrimonial y sus rentas”. Entre los principales beneficios al utilizar un contrato de fideicomiso se cuentan: la protección de los activos contra un pasivo, imprevisto legal (un juicio por mala praxis profesional, por ejemplo) o quiebra; la confidencialidad para disponer sobre el legado del patrimonio con mayor libertad y de acuerdo con los deseos y convicciones personales; y la atenuación de los efectos administrativos de una eventual e imprevista incapacidad al evitar la indisponibilidad de los activos y la intervención judicial.
Fuente: apertura.com